MIEDO

(Encontré este relato entre mis notas, está fechado en abril del 2019) 
No recuerdo bien como me encerraron allí, pues la fiebre me impedía ni tan siquiera mostrar resistencia mientras me encerraban en la ermita.
Los hombres que me llevaron en vilo, yo no podía ni andar de debilidad, me dejaron caer en el rincón más alejado de la puerta, luego, oí a los que dejaron la comida y el agua pero no pude verles, se fueron lo más deprisa que pudieron.
Cuanto menos tiempo estuvieran conmigo mejor, pues mi mal parecía aquella epidemia de la que hablaban, que había arrasado otros pueblos, que no dejaba supervivientes, que no dejaba a nadie con vida.
Yo imaginaba esos pueblos anegados mientras me dejaba llevar por el sueño o el delirio.
Pasó el tiempo, y no sé si el instinto o que me reponía, pero logré acercarme a comer y beber algo.
Después, noté observando el sol que entraba por la reja de la puerta que cada vez pasaba más tiempo despierta, cuando lo que me pasó es que el aburrimiento vino a mí, me di cuenta que estaba curada.
Entonces un júbilo se apoderó de mí.
No había sido mi fiebre esa que estaba destruyendo ciudades, pueblos, no, me había curado, era otra cosa.
Bajé corriendo al pueblo a avisarles que estaban a salvo, que la enfermedad no era aquella que tanto debían temer.
El olor me alertó antes que mis ojos, pero no di crédito hasta que no lo vi.
Los días que estuve encerrada la famosa dolencia había anegado mi pueblo.
Ni me atreví a entrar.
Grité un par de veces a la entrada, por si acaso, mientras miraba de lejos los cadáveres.
Pero la realidad era la que era... de la casa más cercana a los límites de la aldea cogí la vaca, el cerdo, los aperos de labranza y me marché a vivir a la ermita otra vez.
Los animales me siguieron tranquilos.

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