Se miraron a los ojos un momento. Hacía mucho tiempo que habían acabado con la última pila del vibrador, el último bote de crema para masajes eróticos… estaban ya muy cansados de morderse la lengua para no reconocer con sus vecinos, sus compañeros de comuna involuntaria que cuando se apagaron las luces, cuando la civilización cayó a ellos lo que más les costó fue acostumbrarse a mantener la intimidad del sexo sin la ayuda del porno, las pastillas, los potenciadotes de orgasmos… antes de que todo cayera, antes de que la civilización acabara, antes de que se apagaran las luces, en su cama nunca habían estado ellos solos. Siempre había algo que se enchufaba, se compraba, algo cuidadosamente estudiado para el placer. Ahora no echaban de menos la variedad de comida que llegaba de otros continentes “¿cómo será la vida allí?” se preguntaban ahora que ya no había comunicaciones. Ni echaban de menos encender la televisión, lo que les provocaba angustia era verse cara a cara en el lecho, sin