SI APAGAN LAS LUCES... ¿CÓMO NOS ENCONTRAREMOS?

Se miraron a los ojos un momento. Hacía mucho tiempo que habían acabado con la última pila del vibrador, el último bote de crema para masajes eróticos… estaban ya muy cansados de morderse la lengua para no reconocer con sus vecinos, sus compañeros de comuna involuntaria que cuando se apagaron las luces, cuando la civilización cayó a ellos lo que más les costó fue acostumbrarse a mantener la intimidad del sexo sin la ayuda del porno, las pastillas, los potenciadotes de orgasmos… antes de que todo cayera, antes de que la civilización acabara, antes de que se apagaran las luces, en su cama nunca habían estado ellos solos.
Siempre había algo que se enchufaba, se compraba, algo cuidadosamente estudiado para el placer. Ahora no echaban de menos la variedad de comida que llegaba de otros continentes “¿cómo será la vida allí?” se preguntaban ahora que ya no había comunicaciones. Ni echaban de menos encender la televisión, lo que les provocaba angustia era verse cara a cara en el lecho, sin ningún complemento.
Hasta que una noche, en la oscuridad severa de la única luz de las estrellas, oyeron a unos vecinos, unos vecinos que hacían el amor.
- Será la adolescente del quinto y su novio. – Dijo él.
- Cómo no han conocido las cremas, los lubricantes… no los echan de menos.
- Claro, no pueden echar de menos algo que no conocen – siguió el hombre mirándola en la absoluta oscuridad del cuarto.
Ambos se dieron cuenta de algo que nunca se quisieron decir, el sexo existía ya antes que las farmacéuticas, antes del porno. En realidad ellos también fueron adolescentes, y entonces no necesitaban tanta ayuda, tanto apoyo para amar y ser amados.
Así, que con miedo a ser rechazados, con miedo a que el otro no estuviera pensando lo obvio, lo normal, se lanzaron a buscarse en la piel contra la piel. En la incertidumbre del sexo sin complementos, en el miedo al fallo, al error, a no llegar donde se quiere llegar. Sin aditivos, sin ayuda, con un intercambio de fluidos simple. Fue complicado, en un principio, fue como despertar por primera vez, fue como una primera vez, pero no se privaron de nada. Llevaban sin encontrarse años, cuando decidieron agotar su última pila en el vibrador, en lugar que en la linterna, como hicieron todos.
Se habían echado de menos, pero no echaron de menos lo que tuvieron y ya no tenían.
Igual que se enfrentaban a cosechar sin insecticidas y sin conocimientos, igual que se adentraban en la vida salvaje desde la civilizada, igual, dejaron atrás la sofisticación de unas relaciones premeditadas y se enfrentaron a la naturaleza.
Ganaron, cuando un estruendo les avisó que habían roto una de las patas de la cama y aún así acabaron lo que habían empezado.
- Hay cosas que jamás debimos dejar entrar en nuestras vidas – dijo alguno de los dos al caer derrotado, tras la absoluta victoria, en el lecho.

Comentarios

  1. Me ha encantado!Muy bien escrito,como siempre es un gustazo leerte,sigue asi!

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  2. Me ha encantado!Muy bien escrito,como siempre es un gustazo leerte,sigue asi!

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