PESCADOR

Tiró el hilo con el anzuelo sabiendo que al otro lado, el otro pescador, haría lo mismo. Y aunque nunca quiso reconocérselo, ni si a sí mismo, lo hizo para entrelazar ambas cañas. Lo que me queda de duda es si lo único que quería era echarse unas risas, por la casualidad, o en realidad esperaba verse enzarzado en semejante escena de violencia.
El suceso fue que al ver las cañas unidas, los pescadores de orillas opuestas no se sonrieron cómplices, si no rivales.
Así empezaron a tirar uno de un lado y otro de otro. Como si hubieran dado con la presa más grande de sus vidas, con el pez más grande del río, con el pez más grande de cualquier río. O con un dinosaurio perdido que les fuera a llevar a la gloria que nunca llegaron a pensar que recibirían.
Imaginando no sé que escenario en donde vencerse uno a otro podría haberles llevado a la mayor paz, o al mayor reconocimiento, siguieron litigando.
Finalmente el rival calló al agua y allí, boqueó como un pez fuera del agua mientras la corriente le impedía salir a flote, y mientras el otro pescador seguía tirando con una energía de la que nunca se supo capaz.
Había ido a pescar y eso estaba haciendo.
Lo que no sabemos es si el otro había ido a morir, ya que no soltó la caña. Supongo que siempre le quedó la esperanza de desequilibrar él al opuesto y mantuvo esa esperanza hasta que, al saber que ese era el último instante de su vida se arrepintió de esa lucha.
El vencedor miró a su presa satisfecho.
La caña había quedado totalmente quebrada debido al peso que había tenido que soportar. Estaba hambriento, ávido de devorar lo que la naturaleza le sirviera. Pero ya no podría pescar ese día. Contempló el cadáver. Lo desnudó imaginando que descamaba un pez. Pero cuando lo despedazó para comerlo no tuvo que imaginar nada para apaciguar su conciencia.
Y lo comió, eso es algo que, seguramente, ha visto venir el lector.
Entonces el pescador triunfador, tras acabar su comida observó sus piernas.
Miró con desprecio los restos de su comida, y decidió, que, total ya no podría no volver a la civilización.
Sucedió lo que el lector está pensando.
Pero no sobrevivió. Obviamente no es tan fácil cortarse una pierna para comérsela. Y así murió.

Después, una crecida del río antes de que nadie denunciara ambas desapariciones. Ambos cadáveres acabaron de pudrirse mientras se los comían los peces del mar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

NEGOCIAR CON EL DEMONIO

LA SACRÍLEGA MUSA

MIS ENEMIGOS