LACTANCIA

Cuando estaba embarazada, o en algún momento de su vida, la arrancaron el pecho. Así, cada vez que veía como su vientre crecía y crecía sabía que su hijo estaba condenado a morir de hambre poco tiempo después de nacer.
Ella, desesperaba frente a la idea, golpeaba cosas, lloraba, e intentaba dentro de sí dar algún significado a lo que sucedía, dejar de sufrir.
Sin embargo, sucedió la inenarrable, lo horrible, lo que no debió suceder, y el niño nació. Nació con increíble facilidad. Desechando cualquier relato de dolor y angustia.
No iba a ser capaz de imaginar su vida sin él. Pero no fue eso lo que acabó con ella. Le era insoportable oírle llorar de hambre. Así que a pesar de saber que no le serviría para nada, abrió sus venas. Sabiendo que de sangre no se puede alimentar a un recién nacido.
Le abrazó fuerte, el niño rechazaba lo que la madre le ofrecía gritando. El hambre debe ser horrible cuando uno es un recién nacido.
Entonces ella lloró con él.
Y abriendo más la herida, encendió la televisión para esperar a morir.

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