EL LA LUCHA

En la batalla, cuando las armas enemigas nos habían demostrado su superioridad, cuando la estrategia de sus comandantes ya había superado la de los nuestros, cuando todo estaba perdido vi luchando a mi lado un anciano. Su actitud me conmovió y a pesar del ruido incesante de las bombas cayendo y rompiendo nuestros muros, del sonido de espadas que se cruzaban, y de los gritos de los enemigos que se celebraban ya una victoria inminente, aquél anciano pudo oír mi voz.
- ¿Por qué sigue usted luchando? si usted no es un soldado ni tiene ninguna obligación ni compromiso. - El anciano que a penas sostenía una espada que arrancó de las manos de un compañero caído se encogió de hombros.
- Es que probablemente cuando tomen la ciudad una de las primeras cosas que hagan serán matar a todos los que ya no valemos para trabajar, como yo. - Contestó a gritos en medio del bullicio - Así que si lucho aquí por lo menos se me hará más rápida la espera de la muerte.

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