LA DELGADA CAPA DE NUESTRA FINA PIEL

Si en un bar sacas el tema de que hoy en día estamos demasiado sensibles a todo, la gente te da la razón.
Luego llegas a las redes sociales y cualquier chiste ofende, insulta, y, en algunos casos es un delito. Un delito en nombre de una ley que se suponía era para defendernos, pero está resultando ser para encizañar nos a  todos contra todos y a convertir cualquier tipo de expresión en un galimatias "¿Ofenderá esto a alguien?" te tienes que preguntar cada vez que te pones a escribir.
El caso es que aquí todos repetimos una y otra vez que tenemos la piel muy fina, muy fina, hasta que damos con nuestro tema, hasta que nos ofenden a nosotros. Y es que dejar que se expresen los que no quieren lo mismo que nosotros es duro.
Todos queremos libertad de expresión, mientras se expresen los que expresan lo mismo que nosotros.
Pues yo inicié esta entrada para defender que tenemos que dejar hablar más y ofendernos menos, pero en realidad quiero acabarla haciendo otra reflexión.
¿No será mejor saber que está callando la gente? ¿ No será más útil dejar al contrincante ideológico hablar y hablar y así saber qué piensa?
Evitar la libre expresión es una trampa, porque evita que sepas qué están pensando los otros. Mientras que si hablan, quizá se ahorquen  con su propia cuerda, pero sobre todo, la información es poder, y hay de quien - y aquí entono el mea culpa - lo vomita todo por internet, creyendo que a alguien le importa lo que piensa, y mira, quizá le importe más a quien a quien te rechaza que a quien está de acuerdo contigo.

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