PRISA

Solo un caso.
Os robo un momento para contaros algo.
En la residencia había una anciana muy delgada, decía que había sido así toda la vida. Nació en los años del hambre y ya, de pura costumbre, no sabía llenarse la barriga, nunca había sabido comer mucho.
Estaba muy bien de salud, no tomaba medicación ¡a sus años! y había acabado allí por una causa totalmente ajena, era muy pobre, y así dio con sus huesos en aquél lugar, si no de qué. Se valía mejor que tú y que yo.
Una tarde pidió de forma urgente que abriéramos el armario donde se guardaban los libros. El hombre encargado de abrírselo no lo entendió pues ella tenía a medias una novela actual, ligera, fácil de leer (como espero que sea este blog) y sin embargo le pedía un clásico, un libro menos... habitual.
Y, además, le metía prisa, y eso, no era normal en ella.
En el comedor, a la hora de la cena pasó lo mismo. Quería llegar a su habitación con urgencia.
Luego revolvió todos sus cajones buscando el camisón más bonito que tenía, y volvió a cerrarlos sin ningún cuidado.
Cuando ya no podía más con la situación que no por irritante, si no por nueva, le pedí explicaciones.
Ella me miró y solo me dijo.
- Siempre he querido morir dormida.
A la mañana siguiente estaba muerta.

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