LOS CALDEROS DEL CIELO

Me sorprendió mucho ir al cielo, nunca pensé que mereciera tan honor, pues, aunque no llevé una vida demasiado disoluta, incontables veces me habían advertido que Dios no me querría cerca de él. Yo, siempre, puntualmente hacía mi donativo "visible" al cepillo de la Iglesia, y luego, por su puesto, una aportación mensual.
Fue por esto último por lo que no me rechinó demasiado mi destino después de la muerte tras haber desahuciado miles de familias, haber despedido cientos de trabajadores, etc. En fin, esas cosas que hacían que, a lo mejor, me cruzara con una valiente señora de la limpieza y dijera a mi paso: "irás al infierno", pero yo intentaba suplirlo con dinero, y al fin, se conoce que funcionó porque aquí estoy.
También me extrañó la larga lista de personas que creí que no estarían aquí que lo están, que si dictadores, sangrientos generales, líderes de sectas que sacan el dinero a la gente, esas gentes que a cambio de la vida eterna sacan el dinero a los demás...
Pero, sin ninguna duda lo que más me ha sorprendido del cielo es la colosal marmita de lava hirviendo donde se queman nuestras almas.

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