EL TIEMPO

Si a ella se la podía clasificar como traidora a la patria, a él se le podía clasificar como traidor a ella. Aparentemente, o eso quería pensar, aquello le dejaba a él como fiel a la patria.
La conocía desde hacía décadas cuando llegó al castillo, en cuya torre ella era custodiada.
- La dimos a elegir entre una muerte rápida - dijo el carcelero - o morir de hambre y sed en la torre.
- Eso no tiene sentido, - dijo él, no dando crédito al carcelero que tan seguro de sí mismo hablaba - ella nunca hubiera elegido la muerte más lenta.
Él lo sabía. Tuvo que plantearse un momento, sólo un breve instante, si le indignaba que el carcelero le mintiera así, o no. A fin de cuentas, ellos ya no eran amigos, ya no eran compañeros. No le dio tiempo a tomar una decisión. En ese momento las tropas traidoras, las tropas del bando de ella, tomaban el castillo.
Él nunca llegó a entender por qué ella eligió la muerte lenta. El carcelero, cuando la vio salir victoriosa con sus secuaces, sí.

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