EL COMBUSTIBLE DE LOS ESCLAVOS

El tratante de esclavos, se estaba tomando muy enserio aquellas negociaciones. Eran tres en la mesa. El dueño de la fábrica, uno que no quería que tuviera esclavos, y él. Tragó saliva. El ambiente era tenso y el calor agobiante estaba haciendo transpirar cada poro de su cuerpo.
Se hubiera querido aflojar la corbata, pero no lo hizo, hubiera dejado claro a su rival que estaba pisando por un terreno en el que no se sentía muy seguro.
- Por último - decía el que no quería que en la fábrica se utilizaran esclavos - me gustaría que considerara que los robots, que yo le ofrezco, no se sublevan nunca. Es la mejor opción de todas.
El tratante de esclavos tragó saliva, y se preparó para su alegato final. Se veía a él mismo trabajando de esclavo, le iba realmente mal, sin embargo, si aquél negocio de los robots seguía tan bien, no tendría sentido, pues todos serían sustituidos por máquinas.
Cogió una manzana del centro de la mesa y la mordió.
- Tengo algo que añadir a mi argumento anterior, - dijo, parando un instante el acto maquinal de masticar - el combustible de los esclavos es más barato.
Efectivamente ganó él la negociación, y empezó a ser él, el proveedor de mano de obra a la fábrica.

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